
Historia — Domingo sin bajón en 20 minutos
Llegué a casa a las 19:42 con la furgo oliendo a pino y sal. En otro tiempo habría dejado todo en el pasillo y abriría el correo “un segundo” que siempre se hacía media hora. Hoy hice una cosa rara en mí: puse un temporizador a 20:00 y me dije “a ritmo, no a carreras”. Empecé la coreografía de estaciones: pasillo (botas y chaqueta), cocina (cafetera y táper), baño (neceser). En tres minutos el caos ya no gritaba.
Quise mirar el móvil —saltó una notificación del trabajo como un “¿tienes un minuto?”—. Lo puse en modo avión y respiré. No era héroe; era estrategia: si el ruido no entra, la calma sí.
Fui a por el vaso de agua y a la ducha de 60 segundos. Contratiempo: el termo había quedado apagado. Ducha fría. Bien fría. Duró lo que dura un juramento, pero al salir el cuerpo entendió el mensaje: “estamos en casa”. Miré el cronómetro: 14:56.
Tocaba descarga 80/20. Lo esencial y punto: alimentos a la nevera, basura fuera, ropa húmeda al cesto. Justo entonces se abre una bolsa y cae media playa de migas al suelo. Tentación de fregar toda la cocina… Plan B: recogedor, toallita rápida y listo. Lo profundo, mañana. 11:08.
Me senté con la libreta. Me quedé en blanco. No lugares; momentos. Usé tres preguntas: ¿qué repetiría? ¿qué me sorprendió? ¿cuándo me reí sin motivo? Escribí: “risa debajo de la lluvia del sábado”, “luz naranja en el parabrisas”, “caldo caliente mirando el mar gris”. Al nombrarlos, el finde se ordenó por dentro. 7:12.
Preparé el lunes en automático: ropa lista… otro contratiempo. La camisa que quería estaba en la colada. Solución simple: vaqueros limpios, camiseta blanca y chaqueta. No desfile; funcional. Mochila y llaves en la bandeja de siempre. 3:41.
Puse agua a calentar para la infusión. Había cerrado la bombona antes de salir; la cocina no encendía. Plan C: vaso al microondas, 2:00. Mientras tanto, mi canción ancla —la que descubrí en una gasolinera de León— llenó el salón. Bebí lento. Cuando el temporizador marcó 0:00, no sentí prisa; sentí cierre.
El lunes, antes de abrir el móvil, leí mis tres líneas. No eran poesía; eran verdad. Caminé al trabajo sin ese peso de domingo que a veces llega hasta el miércoles. Por la tarde, una amiga escribió: “¿Cómo haces para no volver con bajón?”. Le mandé la foto de la libreta y un audio breve: “Veinte minutos. Y una canción”.
Introducción
El domingo por la tarde es ese jefe pasivo-agresivo que no te grita, pero te manda un “¿tenemos un minutito?” a las 19:58. Vuelves de la furgo con olor a pino, una taza que no sabes cómo se llenó sola y la sensación de que el reloj corre en tacones. Y, sin embargo, hay un truco: en 20 minutos puedes doblar el fin de semana sin romperlo. Como esas sábanas bajeras imposibles… que, de repente, encajan. No se trata de hacer más; se trata de quitar ruido para que la calma tenga sitio. ¿Probamos?
La promesa (una cuenta atrás)
Objetivo: apagar el bajón y guardar el finde con buen sabor.
Cómo: una rutina de 20 minutos, dividida en pasos cortos que encadenan calma.
Resultado: llegas al lunes ligero, con tres recuerdos claros y cero carrera.
Consejo clave: pon un temporizador de 20 minutos. La cuenta atrás convierte la prisa en foco.
La rutina de 20 minutos (paso a paso)
0:00–3:00 — Puerta con intención
Qué hacer: deja las cosas en “estaciones” (pasillo: ropa y calzado; cocina: utensilios; baño: neceser).
Por qué funciona: reduces la sensación de caos. Orden visible, mente tranquila.
Siguiente paso: agua.
3:00–6:00 — Vaso de agua + ducha de 60 segundos
Qué hacer: bebes un vaso grande y te das una ducha breve.
Por qué funciona: reset físico rápido; el cuerpo entiende “hemos llegado”.
Siguiente paso: descarga inteligente.
6:00–10:00 — Descarga 80/20
Qué hacer: solo lo esencial hoy (alimentos, basura, ropa húmeda). El resto, mañana.
Por qué funciona: ahorras energía y evitas la maratón del domingo.
Siguiente paso: memoria que dura.

10:00–14:00 — Mapa de momentos (3 líneas)
Qué hacer: escribe tres recuerdos del finde (no lugares, momentos): “risa bajo la lluvia”, “luz naranja en el parabrisas”, “caldo caliente mientras golpeaba el viento”.
Por qué funciona: el cerebro guarda mejor lo que se nombra; así se acaba el bajón.
Siguiente paso: preparar el lunes sin pensar.
14:00–18:00 — Lunes en automático (kit de arranque)
Qué hacer: deja lista la ropa de mañana, prepara la mochila y la llave donde siempre.
Por qué funciona: quitar microdecisiones del lunes te regala calma desde que suena la alarma.
Siguiente paso: cierre con sabor.
18:00–20:00 — Infusión + canción ancla
Qué hacer: infusión o agua caliente, una canción corta que huela a viaje.
Por qué funciona: cierras el fin de semana con un mini-ritual. El final pesa más que el principio.
Si vas con peques (o vienen amigos)
- Juego de 3 objetos: que cada uno elija “lo mejor”, “lo más raro” y “lo que repetiría”.
- Bolsa de tesoros: piedras, hojas, tickets… 5 minutos para guardarlos en un frasco. Recuerdos sin pantalla.
Si llueve o estás cansado
- Cambia “descarga 80/20” por 100% mañana y alarga 2 minutos la infusión.
- Lo importante hoy es cerrar bien, no hacer mucho.
Por qué esto funciona
- Final feliz: recordamos el final más que el principio; cuídalo y el domingo se agranda.
- Menos decisiones: cada “estación” evita dudas y ahorra energía.
- Nombrar fija: tres frases convierten sensaciones en memoria.
Mini-checklist para pegar en la nevera
- Estaciones hechas (pasillo, cocina, baño)
- Agua + ducha breve
- Descarga 80/20 (solo esenciales)
- 3 momentos escritos
- Ropa y mochila del lunes listas
- Infusión + canción ancla
Cierre del Fin de Semana
El domingo no es el fin del viaje: es cómo lo guardas. En 20 minutos, el bajón se convierte en calma, y la semana arranca con la sensación de que la furgo sigue ahí… pero ahora por dentro. La receta es simple: menos ruido, más intención. El viernes nos vemos otra vez. Con menos equipaje y más ganas.

